La totalidad de aquella finca, que como precedente de los Comunes de Pals ocupaba todo el frente marítimo del municipio de Pals, había estado subastada y rematada en el año 1873 a favor de Josep Martí Vivé por el Estado como consecuencia de las leyes de desamortización. Éste la cedió a Leoncio Tomàs Soteras, quien luego la vendió al Sr. Nemesio de Cabrera Vidal y a quien se la compró el Sr. Coll.
Todo aquel paraje era una gran extensión de terreno, gran parte del cual había sido plantado por el propio Pere Coll Rigau quien, sin saberlo, estaba empezando a configurar una buena parte del paisaje que más adelante alguien llamaría la Costa Brava.
Cuarenta años después, en verano de 1934, una pequeña “troupe” de turistas, capitaneada por el pintor Josep Maria Sert, visitaba el hijo del hombretón Pere Coll Llach, en su residencia de verano de Punta Espinuda que dominaba, y aún domina, la Playa de Pals. En aquellos momentos, mi abuelo era el Comisario General de la Orden Pública de la Generalitat de Cataluña, cargo que perdería de manera fulminante a raíz de los hechos de octubre de ese mismo año.
Dos jóvenes periodistas, Carles Sentís y Josep Pla, que formaban parte de aquella pequeña expedición, dejarían escrita para las futuras generaciones la impresión que les produjo la Playa de Pals desde aquel lugar privilegiado.
Según Josep Pla, al pintor, lo que le gustó más fue el panorama de la Playa de Pals visto desde Punta Espinuda, con las Medas y L’Estartit al fondo.
Monsieur Pomaret estaba embelesado.
En un momento determinado, Sert se le acercó, lo cogió por el brazo y le dijo con voz opaca:
- Vous vous rendez compte, monsieur Pomaret?
Y en seguida dijo que la Playa de Pals sería algún día la playa de París.
Me quedé impresionado, porque nunca se me habría ocurrido pensar que la playa de Pals podría ser algún día la Playa de París. Monsieur Pomaret aún se sorprendió más.
- La Côte d’Azur está prácticamente agotada –dijo Sert-.
El golfo de León no tiene ningún paraje que se pueda comparar en belleza con éste. Dentro de unos pocos años, París estará a dos o tres horas de avión de aquí. El campo de aterrizaje sería fácil de construir. La playa es virgen. No contiene ninguna clase de arquitectura. La arena no es fangosa. Todo está por hacer. ¡Ah, si la gente de París conociera este sol, esta arena, este mar, estos pinos...!
Una vez pasada la Guerra Civil y una dura posguerra, parecía que la Playa de Pals había quedado en el olvido de todos: el Dr. Andreu había empezado a construir un posible Casino –el Cap Sa Sal– en el municipio vecino de Begur y, además, para remachar el clavo, el gobierno de Estados Unidos y el del general Franco habían firmado a finales de los años cincuenta un pacto secreto que daría lugar al nacimiento de Radio Liberty: la emisora anticomunista que ocuparía treinta y tres hectáreas de aquellas pinedas y echaría a perder más de un quilómetro de aquella maravillosa playa.
Parecía, pues, que el futuro turístico de la Playa de Pals estaba definitivamente perdido.
No fue así: mi padre, preocupado por el mal efecto de las “Antenas” tuvo la genial idea de empezar a construir en el año 1964 los primeros nueve hoyos del campo de golf de la Playa de Pals, primero de la Costa Brava, que tan positivamente fue valorado por la Sra. Ivette Barbaza quien, además, visitó las obres. Después, en el año 1970 se inauguraron los siguientes 9 hoyos, con los que consiguió la categoría internacional.
Otras instalaciones de una gran categoría, como el Camping Cypsela, el restaurante Sa Punta, los Apartamentos Golf, el hotel La Costa, el Golf Serres de Pals e, incluso, un espacio natural gestionado privadamente: las Basses d’en Coll, cuyo nombre recuerda a aquel gran precursor que fue el Sr. Coll, se fueron añadiendo a aquel proyecto inicial y crearon entre todos las sinergias necesarias para obtener un turismo sostenible que ha dado y da un gran prestigio a toda la Costa Brava: aquellas antenas han desaparecido y el sueño del pintor Sert ha llegado a ser una espléndida realidad.
Baltasar Parera Coll
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